En las tierras controladas por los helvecios, una legión romana fue subyugada por el joven jefe de guerra Divico, bendecido por una antigua bendición que le trajeron de lugares desconocidos. Sin embargo, esta victoria tuvo un gran costo, ya que pronto el resultado del pacto del jefe guerrero se convertiría en una maldición; una podredumbre cada vez más extendida que se arrastra por su tierra y corrompe lentam. Alrededor de cien años antes de Cristo, toda la Galia está lejos del control romano.
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